El real Poder Sobrenatural de las Reliquias
El culto de las reliquias parte de una necesidad humana de reverenciar a la persona que ha dado muestras de santidad.
Pero además Dios obra milagros a través de las reliquias cuando así lo dispone.
La reliquia es un vínculo físico con alguien que fue tan devoto de Dios en esta vida, que fue digno de entrar en el Reino de los Cielos donde todos los santos interceden por nosotros para siempre.
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Y también es un vínculo físico con lo sobrenatural porque en oportunidades son vehículos que Dios elige para actuar en el mundo.
Es más, el valor real de las reliquias reside en ser un canal por el cual se realicen milagros de Dios.
La sabiduría popular sabe esto, por eso cuando hay algún enfermo difícil se busca una reliquia para que lo toque.
Y cuando reliquias de santos están de gira vemos que se llenan los templos que las exhiben.
Sin embargo debemos recordar que existe un combate a todo lo sobrenatural dentro de la Iglesia, por lo que se desmerece su poder de vinculación con el mundo sobrenatural.
Y llega al paroxismo en los protestantes, quienes niegan siquiera la posibilidad de venerar una reliquia como recuerdo de un santo.
LO BÁSICO: EL RESPETO Y LA REVERENCIA A LAS RELIQUIAS EN GENERAL
Todos sabemos o hemos escuchado decir de padres que conservan un mechón de cabello de sus hijos o algunos de sus dientes o su juguete favorito.
Ciertamente todos nosotros poseemos alhajas, muebles o algún objeto querido por nuestros padres, nuestros abuelos u otros miembros de la familia.
Sacar la vajilla de la abuela para la cena de Navidad o rezar con su rosario remueve las emociones y nos hace sentir conectados una vez más con alguien que amamos pero que ya ha muerto.
La sociedad secular también aprecia las reliquias.
Los museos históricos suelen tener objetos usados por próceres de la patria, como por ejemplo prendas de vestir, algún documento firmado por ellos, armas que usaron, etc.
La veneración de las reliquias no está limitada solamente a la Iglesia Católica o a la Ortodoxa.
Los budistas veneran los dientes de Buda; los musulmanes veneran la espada, la túnica e incluso los mechones de la barba de Mahoma.
En épocas antiguas, cuando un granjero desenterraba los huesos de un dinosaurio, los griegos y los romanos los tomaban como restos de la antigüedad que había que conservar.
En nuestro caso, las reliquias son una de esas facetas de la devoción católica que inspiran fascinación, a veces temor, y reacciones favorables de algunos y de suspicacia de otros sobre su autenticidad.
¿Por qué la Iglesia Católica conserva reliquias, por qué hace que los fieles las veneren y por qué los católicos las quieren?
Así como las reliquias de nuestros familiares nos proveen una conexión física con alguien que amamos, los artefactos históricos proveen un enlace o una conexión con alguna persona a la que admiramos.
Por ejemplo una conexión particular con un momento de la historia que se logra con las reliquias históricas en las vitrinas de los museos.
Las reliquias sagradas significan de la misma manera, pero de modo más intenso.
Porque en el caso de las reliquias de los santos la conexión no es solamente hacia alguien que amamos o admiramos, sino con alguien que ha sido genuinamente sagrado y ahora su alma es glorificada en el cielo e intercederá por nosotros con nuestro Dios Todopoderoso.
LAS RELIQUIAS CRISTIANAS VENERADAS DESDE SIEMPRE
Los protestantes, en quienes la acusación de idólatras a los católicas es parte de su ADN, deberían tomar en cuenta que la reverencia a los restos y pertenencias de los santos está arraigada en la Sagrada Escritura.
Hay menciones en la Biblia de la acción sobrenatural de las reliquias.
En Reyes 2 13:20-21 podemos leer sobre un hombre muerto que es traído de nuevo a la vida después de que su cadáver estuviera en contacto con los retos del profeta Elías:
“tan pronto como el hombre toco los huesos de Elías, revivió, y se puso de pie.”
En el Nuevo Testamento encontramos esta historia en Marcos 5:25-34:
“Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto.
Pues decía: ‘Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré’.
Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal”.
En Hechos de los Apóstoles cuenta como los cristianos le preguntaron a San Pablo si podían tocar sus pañuelos y las demás ropas.
Y cuando estás ropas fueron dadas a los enfermos o a los poseídos,
“…bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos” (Hechos 19:12).
Esto lo vieron los cristianos primitivos.
Aun en tiempos de persecución los primeros Cristianos hacían un esfuerzo para recuperar los restos de los mártires, así podrían darles santa sepultura.
Una carta del año 156 d.C. describe el martirio del obispo de Esmirna, San Policarpo.
Las autoridades romanas ordenaron que su cuerpo fuera quemado, pero los Cristianos de Esmirna buscaron entre las cenizas algún rastro del Santo que no hubiera sido consumido por las llamas.
“Buscamos sus huesos”, escribió el autor anónimo de la carta, “los cuales son más valiosos incluso que piedras preciosas o más finos que el oro más puro, y los colocamos en un lugar adecuado, donde el Señor nos permita reunirnos, mientras seamos capaces, con alegría y regocijo, celebrar el día de nuestro mártir.”
También se convirtió en una costumbre entre los primeros Cristianos reunirse en la tumba de un mártir para celebrar el aniversario de su martirio; lo que llamamos día festivo.
En muchas instancias el obispo daba la Misa usando el sarcófago del mártir como altar.
Ese es el origen de la tradición – que sigue usándose – de guardar las reliquias de los santos en un altar.
Esa venerable tradición provee una conexión directa e inquebrantable desde las catacumbas hasta tu parroquia.
EL PODER SOBRENATURAL DE LAS RELIQUIAS
Las reliquias sirven como un enlace físico entre el mundo natural y el sobrenatural.
Los católicos creen que sólo Dios puede sanar, pero además, que Dios puede en algunos casos permitir la curación a través de medios físicos, tales como una reliquia de una persona santa.
La morada del Espíritu Santo afecta al cuerpo físico, y Dios puede hacer milagros a través de los cuerpos de santos difuntos.
Ya en el Antiguo Testamento, los restos de los fallecidos han demostrado que poseen un poder que sin duda viene de Dios.
Anteriormente en este artículo hemos relatado tres pasajes de la Biblia donde se ve el poder de Dios enviado a través de los objetos: en
-el Antiguo Testamento la resucitación de un muerto (2 Reyes 13: 20-21),
–la curación de le hemorroísa por tocar el manto de Jesús (Marcos 5:25-34 ) y
–la sanación mediante el contacto con objetos que usaba San Pablo (Hechos 19: 11-12).
También hay muchos místicos que atestiguan el poder sobrenatural de las reliquias, por ejemplo Catalina Emmerich, ver aquí y aquí.
Y muchos de los milagros de sanación, inclusive de canonización, involucran la exposición de los enfermos a reliquias de los santos, por ejemplo algún guante del Padre Pío, ver aquí y aquí.
Por lo tanto las reliquias son más que recuerdos.
El cuerpo del santo proporciona un vínculo espiritual entre la vida y la muerte, entre el hombre y Dios.
Y a causa de la gracia que Dios deposita en el objeto, son un tesoro inestimable para los fieles.
La veneración de reliquias en la Edad Media llegó a rivalizar con los sacramentos en la vida diaria de la iglesia medieval.
De hecho, desde la época de Carlomagno, era obligatorio que cada altar contuviera una reliquia.
Esto era alimentado por la creencia cristiana en la vida futura y la resurrección, en el poder del alma, y en el papel de los santos como promotores de la humanidad en el cielo.
Pero la reliquia no es un amuleto que por sí misma logre milagros sobrenaturales, sino un vehículo por el cual el fiel demuestra su veneración al santo, adora a Dios y le pide una gracia especial.
Pero muchas veces hemos visto excesos.
EL ‘ENDIOSAMIENTO’ Y LA AUTENTICIDAD DE LAS RELIQUIAS
Siempre existió el peligro, por supuesto, de que algunos cristianos pudieran tratar a los santos como si fueran pequeños dioses y a las reliquias como amuletos.
San Jerónimo en su carta a Ripario escribe sobre la veneración apropiada a santos y reliquias,
“Nosotros no hacemos culto, nosotros no los adoramos (a los santos), por temor a reverenciar más a la criatura que al mismo Creador.
Sin embargo, nosotros veneramos las reliquias de los mártires a fin de adorar mejor a Aquel a quien estos pertenecen”.
Por desgracia, durante la Edad Media algunos lugares reclamaron poseer reliquias de manera absurda.
Como por ejemplo una pluma del Espíritu Santo o el escudo que San Miguel Arcángel llevaba cuando sacó a Lucifer del Cielo.
Una de las reliquias más codiciadas de la Edad Media fue la cabeza de Juan El Bautista.
No se sabe cuántas iglesias la incluyeron entre sus tesoros, contando a la Iglesia de San Silvestre in Capite en Roma, la Catedral de Amiens en Francia y el Monasterio de Gandzasar en Armenia.
Lo más extraño de todo es que el clero Musulmán de la Mezquita de los Omeyas en Damasco afirmaban que ellos tenían el cráneo de San Juan. Una reclamación que ellos hacen hasta el día de hoy.
Tales abusos llevaron a los reformadores protestantes a atacar la veneración de las reliquias.
En el Concilio de Trento los obispos Católicos respondieron explicando y defendiendo esta práctica diciendo,
“Los sagrados restos de los santos mártires y de los demás que ahora viven con Cristo – cuyos cuerpos fueron miembros vivientes de Cristo y ‘el templo del Espíritu Santo’ (1 Corintios 6:19) y quienes serán despertados por Él a la vida eterna y serán glorificados, están para ser venerados por los fieles.
A través de éstas (reliquias) muchos beneficios son concedidos por Dios a los hombres”.
Como se ve, apela también al poder sobrenatural de las reliquias.
Pero podemos encontrar más críticas injustas a las reliquias.
LAS CRÍTICAS INJUSTAS SOBRE LAS RELIQUIAS
De todas las reliquias la más famosa es la Santa Cruz.
En el año 326, la Emperatriz Santa Elena, madre del Emperador Constantino hizo una peregrinación a Jerusalén, específicamente para encontrar el Santo Sepulcro: la tumba en la que Cristo había sido sepultado y de donde Él había resucitado.
Fue durante la excavación del Santo Sepulcro que Santa Elena encontró la Santa Cruz.
En 20 años de una exploración en el siglo XIX, fueron encontrados fragmentos de la Cruz en iglesias de todo el Imperio Romano.
Porque la madera “sobre la cual colgaron al Salvador del mundo”, era importante para la liturgia del Viernes Santo, y estos fragmentos fueron especialmente valorados.
Cada astilla fue – y sigue siendo – un enlace directo al momento en el que Jesucristo dio su vida por nuestra salvación.
No es de extrañar, entonces, que las piezas de la Santa Cruz sean las más buscadas de todas las reliquias.
Los innumerables pequeños fragmentos de las reliquias de la Santa Cruz han dado lugar a generaciones de escépticos que afirman que si todos los pedazos se volvieran a ensamblar habría suficientes como para construir el Arca de Noé.
Pero en 1870 el francés Rohault de Fleury, publicó un libro en el cual él relata su intento por enumerar todas las reliquias existentes de la Santa Cruz; él incluyó las medidas de cada pieza.
Fleury encontró que todas las reliquias existentes no serían suficientes como para construir una cruz lo suficientemente grande como para crucificar a un hombre.
LOS TIPOS DE RELIQUIAS QUE SE DISTINGUEN
Las reliquias pueden ser de tres grados:
1º grado: un fragmento del cuerpo.
2º grado: un fragmento de su ropa o de algo que el santo usaba durante su vida (rosario, Biblia, cruz, etc.).
También objetos asociados con el sufrimiento de un mártir.
3º grado: cualquier objeto que ha sido tocado a una reliquia de primer grado o a la tumba de un santo.
De esta esta forma podemos hacernos nuestras propias reliquias, haciendo que un objeto nuestro toque una reliquia de primer grado o la tumba de un santo.
El culto de las reliquias, como la Iglesia siempre subraya, es un culto relativo.
El culto de Dulía Relativa es el que está reservado a las sagradas imágenes y reliquias religiosas.
O sea desde representaciones pictóricas de Jesucristo, de la Virgen, de los ángeles y los santos.
Hasta las reliquias, principalmente de los santos, como cuerpos incorruptos, ropas, cabellos, objetos personales, o el famoso Sudario de Turín.
La palabra que identifica el culto de Dulía Relativa es Veneración.
Podemos inclinarnos ante las imágenes y reliquias, pero teniendo en mente que a quien veneramos finalmente no es a la imagen, sino al santo representado por la misma.
Podemos besar las imágenes y las reliquias, dedicando nuestra actitud al santo, representado ya sea en reliquia o en imagen.
LAS RELIQUIAS DEBAJO DE LOS ALTARES
En el libro del Apocalipsis 6: 9 dice,
“Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron”.
Esto se asocia además con la práctica de los católicos en tiempos de persecución.
Las misas se realizaban en las catacumbas y las tumbas de los mártires se usaban como altar para la misa.
De modo que los restos de los mártires estaban debajo de los altares que se usaban en las catacumbas.
Luego cuando pasó la persecución, los primeros cristianos quisieron seguir conservando la presencia de sus mártires cerca de ellos.
Y así abrieron las tumbas, retiraron los huesos y los pusieron en frascos que luego colocaron debajo de los altares de las iglesias.
Es por eso que en Roma se ven frascos con reliquias en exhibición debajo de altares.
Y es más, es una tradición tan fuerte que no sólo los altares sino también Iglesias fueron construidos sobre tumbas de santos.
Este es el caso por ejemplo de la Basílica de San Pedro y de la Basílica de San Pablo Fuera de Muros, que fueron construidas sobre las tumbas de estos dos apóstoles.
Esto después se legisló y se liturgizó.
En él numeral 1237 del Código Canónico dice,
“La antigua tradición de colocar reliquias de mártires u otros santos debajo de un altar fijo debe preservarse, de acuerdo con las normas dadas en los libros litúrgicos”.
Y en el numeral 866 del Ceremonial del Obispo lo aclara aún más,
“…debe tener en cuenta lo siguiente.
a) Tales reliquias deben ser de un tamaño suficiente para que sean reconocibles como partes de cuerpos humanos.
Por lo tanto, las reliquias excesivamente pequeñas de uno o más santos no deben colocarse debajo de un altar.
b) Se debe tener el mayor cuidado para determinar si las reliquias en cuestión son auténticas.
Es mejor que un altar sea dedicado sin reliquias que tener reliquias de dudosa autenticidad colocadas debajo de él.
c) No debe colocarse un relicario en el altar ni en la mesa del altar, sino que debe colocarse debajo de la mesa del altar, según lo permita el diseño del altar”.
Por lo tanto parece que no es imprescindible poner reliquias debajo del altar para su dedicación.
Pero cuando se ponen reliquias, deben ser de un tamaño adecuado para ser reconocidas como tales y colocarse debajo del altar y en un altar fijo no móvil.
Además, el ritual prevé una celebración para la consagración de altares nuevos, pero no prevé ninguna celebración para insertar reliquias en un altar ya consagrado.
En otros textos como el Misal romano se pide instruir a los fieles que resistan la tentación de formar colecciones de reliquias y evitar la posibilidad de fraude, tráfico o superstición.
Además, habilita la posibilidad de sacar las reliquias en procesión y también llevarlas a enfermos y moribundos para consolarlos.
Fuentes: